martes, 11 de septiembre de 2012

Se abrirán las grandes alamedas

"¡No se rinde, carajo!"

El grito resonó en La Casa de la Moneda por encima de las ráfagas de metralleta. Los disparos no lo alcanzaron. Las dos balas que salieron de su propio fusil AK-47, sí.

39 años después de su muerte, la justicia chilena cerró la investigación. Lo de Salvador Allende fue suicidio.


***

Había asumido como presidente de Chile el 4 de noviembre de 1970, después de ganar las elecciones con casi el 37% de los votos. Ganó por poco, sólo un 2% por arriba de su principal competidor, Jorge Alessandri Rodríguez.

El plan de gobierno tenía una idea clara: llegar al socialismo por "la vía chilena". El programa incluyó la estatización y nacionalización de áreas claves de la economía, como la minería. Se aceleró la reforma agraria y se aumentaron los salarios de los trabajadores. En resumen, una idea desastrosa a ojos de los Estados Unidos, que ya bastante tenía con Cuba.

La nacionalización de recursos que estaban en manos de compañías norteamericanas fue demasiado para el gobierno de Richard Nixon. Su secretario de estado, Henry Kissinger, encabezó un boicot contra el gobierno de Chile que implicó embargar el cobre y negarle créditos externos.

A fines de 1971, las cosas empezaron a marchar mal. La balanza comercial entró en déficit y aparecieron las primeras señales de desabastecimiento. El descontento empezaba a notarse en las calles, y la oposición lo aprovechó al máximo: terrorismo, sabotaje, enfrentamientos armados, ataques constantes de la prensa opositora.

Para principios del '73 Allende ya olía el golpe de estado. El 29 de junio hubo un intento fallido, conocido como "el tanquetazo", que dejó 20 muertos. El presidente se quedaba sin opciones, y pensó en hacer un plebiscito para que el pueblo chileno decidiera si seguía en su cargo o no. Nunca llegó a realizarse.

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Según Isabel Allende, su hija menor, estaba planeado anunciar el plebiscito el 11 de septiembre. Dos días antes ella había vuelto de México, y la noche del 10 fue a cenar a la casa de su padre para llevarle los regalos que había traído.

Entre el montón de paquetes había dos sacos de verano, que Salvador Allende se probó en el baño. Fue uno de los pocos momentos en los que interrumpió las interminables charlas con sus asesores.

- Espero llegar a usarlas -, fue su comentario.

Isabel no supo qué decir.

- ¿Tan mal estamos?

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El resto está grabado a fuego en la historia chilena. El 11 de septiembre el Ejército tomó por asalto la Casa de la Moneda. Salvador Allende no quiso rendirse; prefirió el suicidio.

Ese mismo día, más temprano, se había dirigido por última vez a su pueblo.



Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. 
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.




4 comentarios:

  1. Con vergüenza admito que no sabía nada de esto. Siempre tan informativa, tu. Oye.
    Viva vos. Bu los demás

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  2. HOla te escribo de Frenesí, hace tiempo habías escrito, hoy ya salimos formalmente y vamos tras el segundo número. Andamos en la busqueda de gente que pueda escribir y tenga un espacio, vi tu blog y me gustaría invitarte a que 1 vez por mes, si no es mucho pedir, escribas una nota para revistafrenesi.blogspot.com.ar Agredecemos tu interes! esperamos leerte pronto saludos!!

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    1. Hola! Disculpá la demora, como verás estoy con varias cosas y tengo el blog un poco abandonado. Mandame un mail y explicame bien cómo serían las notas, trataré de hacerme un tiempo para dedicarle a la revista. Saludos!

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  3. Me gusta tu blog y especialmente este tema. He escrito algo sobre este asunto en mi blog hace un par de años.

    http://historiasfalenciasyunaparentecronopio.blogspot.com.ar/2010/09/habia-una-vez-un-cronopio-de-allende.html

    Saludos.

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