miércoles, 28 de marzo de 2012

Vientos del pueblo me llevan

Para papá.

Un día como hoy, hace 70 años, se me ha muerto como del rayo Miguel Hernández, a quien tanto quiero. 


Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos, 
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Nació un 30 de octubre de 1910 en los campos de Orihuela, allá en España, del otro lado del mar. A los 15 años tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia. Pasaba los días cuidando las cabras de su padre con un cuaderno bajo el brazo. Lo que veía, lo que sentía, lo que leía lejos de las aulas, todo eso se hacía poesía y llegaba al papel.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Con el tiempo conoció a su amigo Ramón Sijé, a los hermanos Fenoll y a otros muchachos más, todos poetas y de Orihuela como él. Pasaban las noches recomendándose libros, compartiendo lo que habían escrito, comentando la obra de los demás. Miguel iba y venía entre las cabras y la biblioteca. A los 20 años empezó a publicar los poemas que escribía en su cuaderno, sentado a la sombra de los árboles.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

A los 21 se fue a Madrid a probar suerte con sus poemas en el bolsillo. Su talento no alcanzó o no pudieron verlo; tuvo que volverse a Orihuela. Miguel no se dejó amedrentar. Ya no había un cuaderno sino un libro: el muchacho pastor se convirtió en hombre y en poeta. En su pueblo lo reconocieron, lo escucharon, lo leyeron. Hay algo en la manera en que Miguel juega con las palabras. Lo hace parecer tan sencillo, y al mismo tiempo es tan perfecto.

Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.

Unos cinco años después conoció a Josefina, el amor de su vida, que le inspiraría decenas de poemas. Él ya había decidido volver a Madrid, así que mantenían la relación por correspondencia. Miguel la extrañaba a ella y también a su Orihuela natal. En Madrid conoció a otros poetas y empezó a relacionarse con Pablo Neruda. A través de ellos se acercó a lo que sería su obra más genial: la poesía revolucionaria y comprometida.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

En esa época España fue arrasada por la guerra civil. Miguel se puso del lado de la República con las armas y con las palabras. Se alistó en el 5° Regimiento y comenzó a utilizar su poesía para arengar, denunciar y dar testimonio del sufrimiento de su pueblo. En 1937 se escapó a Orihuela para casarse con Josefina, pero el frente lo necesitaba y él no podía quedarse atrás.

Yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala.
Yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

En 1939 la derrota de la República era inminente. Miguel cayó preso cuando intentaba huir a Portugal. Los siguientes tres años los pasó yendo de una cárcel a otra: él lo llamaba "hacer turismo". Nunca se rindió, siguió luchando con su poesía. Le escribía a su mujer, a su hijo, a Orihuela, a España. Su salud se iba deteriorando. Para cuando le diagnosticaron tuberculosis, su estado de salud era tan grave que no pudieron ni trasladarlo al hospital. Murió (o lo dejaron morir) en la cárcel de Alicante, el 28 de marzo de 1942. Tenía 31 años. 

Traidores me echan veneno
y yo les echo valor.
Si me matan, bueno:
si vivo, mejor.
El corazón traigo lleno
de un alegre resplandor.
Si me matan, bueno:
si vivo, mejor.

Querido Miguel: Franco no sabía, ni pudo saber (ese tipo de gente nunca sabe), que las personas como vos no mueren. Es más, Serrat dijo una vez: "No creo que Franco supiera que Miguel Hernández existía. No acostumbran a leer a este tipo de gente, no son muy dados a la literatura". Por eso la gente como Franco no sabe lo que late en el corazón de los pueblos. No pueden saber que lo que los empuja a seguir es la pasión, es el amor, es la utopía.

Querido Miguel: tengo ganas de visitarte. En el mapa del viaje que algún día voy a hacer, antes que Madrid o Barcelona, tengo marcada a Orihuela. Quiero ver lo que te inspiró, lo que amaste, lo que viste hasta el último instante con esos ojos morenos que no te pudieron cerrar jamás, ni siquiera después de muerto. Porque yo te conozco, Miguel. Porque cada vez que te leo tu sangre me hormiguea en las venas y mi alma baila con la tuya.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte 
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte. 
A las aladas almas de las rosas 
del almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas 
compañero del alma, compañero.






martes, 27 de marzo de 2012

De los pelos

Hoy confirmé que amo a mi peluquera. Me corta el pelo justo como quiero con mínimas indicaciones, siempre sabe qué es lo que me va a quedar mejor y, dato clave, entiende el concepto de "sólo las puntas". Las mujeres solemos tener una relación de amor/odio con la peluquería porque la mayor parte de las veces nos pasan dos cosas: una, lo que nos hacen no es lo que queríamos; y dos, nos hacen lo que queríamos pero nos queda mal. 

Mientras me acomoda el flequillo, mi peluquera siempre repite que el corte que elija es súper importante porque "es la carta de presentación, es lo primero que te ven". Dicen que las mujeres nos vestimos para las otras mujeres, y creo que en el caso del pelo vale la misma afirmación. Los hombres casi nunca se dan cuenta de que te lo cortaste. En cambio, más de una vez he evaluado peinados ajenos y pensado "cómo me gustaría tener el pelo de aquella", o al revés: "menos mal que no tengo el pelo de esa otra".


En la actualidad el peinado depende principalmente de la combinación entre la moda y la individualidad. No sé si por la forma de la cara o por la actitud al llevarlo, pero hay cortes que le quedan muy bien a ciertas personas y muy mal a otras. El pelo influye mucho en el autoestima, y en otras épocas también servía para marcar el status social. En la antiguedad, los esclavos, los criminales y los prisioneros de guerra solían llevar el cabello bien corto para señalar que pertenecían a una clase inferior. Esta práctica también se utilizó en los campos de concentración nazis durante el Holocausto.

Ya en el Antiguo Egipto, hace unos 3.500 años, las pelucas eran clave para señalar el rango político del Faraón, y muchas veces eran rociadas con polvo de oro. Unos 2.800 años atrás, los celtas usaban el cabello largo para simbolizar la fuerza masculina y la fertilidad femenina. Por eso, una de las primeras medidas que tomó el Imperio Romano después de conquistarlos fue ordenar que todos llevaran el pelo corto. Los griegos usaban el cabello rizado por moda y para representar la turbulencia, el cambio, la libertad y el disfrute de la vida.


Existen varios mitos e historias relacionadas con el pelo. Se dice que la reina egipcia Berenice II, que era de descendencia griega, le ofreció su cabellera a Afrodita para que su marido regresara victorioso del campo de batalla. Pero un sacerdote se sintió ofendido porque la reina había acudido a una diosa extranjera, y robó los cabellos del templo. Para evitar un conflicto, el astrónomo de la corte dijo que Afrodita había aceptado la ofrenda y se había llevado la cabellera al cielo para convertirla en una constelación, hoy llamada "Coma Berenices" o "La Diadema".

La mitología nórdica dice que Sif, la esposa de Thor, tenía una larga y hermosa cabellera dorada, un símbolo de poder muy importante para aquella tradición. Pero Loki, el dios de los ladrones, la cortó y se la llevó. Ante la ira desencadenada de Thor, Loki acudió a los duendes para que tejieran unos cabellos nuevos hechos de hilos de oro puro, aún más largos y mejores que los originales, y así calmó la ira de los dioses.


Dentro de los cuentos tradicionales de Occidente está la historia de Rapunzel, escrita por los hermanos Grimm a comienzos del siglo XIX. La princesa vivía encerrada en un torre altísima, de la que fue rescatada por un príncipe que usó sus largos cabellos como ayuda para trepar las paredes. La historia cambia según las diferentes versiones, y en algunas se afirma que el pelo de Rapunzel tenía poderes mágicos.

Hasta el día de hoy el peinado sigue siendo algo muy personal, capaz de expresar rebeldía, seriedad o elegancia. Heredamos de distintas culturas la idea de que agarrar a una persona del pelo es un símbolo de agresión, de dominación y de falta de respeto (¿quién no usó alguna vez la expresión "tomar el pelo"?). Cada vez que nos cortamos el cabello estamos diciendo algo. Tal vez por eso las mujeres sufrimos tanto cuando los peluqueros no entienden el mensaje.


sábado, 24 de marzo de 2012

Nunca más

Es difícil escribir sobre el 24 de marzo sin que suene a cliché, a frase hecha, a palabras huecas. Sobre todo porque hay cientos de personas que lo hicieron antes que yo, y lo hicieron tan bien, que estoy destinada a decir lo mismo y, encima, con menos gracia y menos belleza. Sólo voy a rescatar dos ideas:

Primero, 84 periodistas continúan desaparecidos y 17 fueron asesinados. Entre ellos hay gente que siento muy cercana. Uno es Ricardo Emir Aiub, de Coronel Dorrego como yo, y compañero de mi facultad. Otros son emblemas que recordamos todos los días en las aulas, como Paco Urondo, Haroldo Conti, Héctor Oesterheld y Rodolfo Walsh. Ellos son parte de la herencia de esta generación de periodistas y un recordatorio de lo que hace noble y grande a la profesión.

Segundo, y relacionado con lo anterior, la dictadura militar secuestró, torturó, asesinó y desapareció a 30.000 personas y se apropió de 500 bebés. Es estúpido creer que matando a la gente se matan las ideas. Hoy todo lo que ellos quisieron borrar está más vivo que nunca y llena las calles, las universidades, los colegios, los sindicatos y los partidos políticos. Nos faltan miles de compañeros, una generación completa,  pero a pesar de todo el horror no pudieron derrotarnos.

No hay mucho más que agregar. Simplemente decir que acompaño la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia y la lucha de HIJOS, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Nunca más.


"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copia a sus amigos; nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El Terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad". 

Rodolfo Walsh


miércoles, 21 de marzo de 2012

Tilos y pólvora

Chicha Mariani está cansada. Se le nota en los movimientos lentos y pausados, en la pesadez al sentarse, en la tranquilidad al hablar. Y a pesar de todo, se las arregla para transmitir una sensación de paz. Chicha Mariani está cansada, y es lo único que revela plenamente su edad. De sus 89 años de vida, 36 los pasó buscando a su hijo y a su nieta. Todavía no los encontró. No puede detenerse; tiene que seguir trabajando. Y por eso, Chicha Mariani está cansada.


En el Edificio de las Tres Facultades, sentada en el inmenso escritorio del Aula Magna, pide disculpas. Ya no está para estas cosas; la glucosa y la presión le están pasando factura. Chicha ya no va a hablar más en los actos. Va a seguir trabajando, va a seguir asistiendo, pero hablar no. Le quedan pocas fuerzas y quiere usarlas todas para buscar a Clara Anahí. No puede emplearlas en hablar, así como los primeros meses, cuando recorría a pie La Plata preguntando por Daniel, no podía darse el lujo de perder el tiempo llorando. Clara Anahí es la única familia que le queda y está allá afuera, viva, en algún lado. Lo único que Chicha quiere es encontrarla.

Clara Anahí tenía tres meses cuando las fuerzas conjuntas de la Policía Bonaerense, el Ejército y la Armada entraron en su casa, mataron a su mamá Diana Teruggi y se la llevaron a ella y a su papá, Daniel Mariani. Era noviembre de 1976. Daniel fue asesinado nueve meses después. Desde entonces, cada primavera que llega, a Chicha se le parte el corazón. "Me da mucha pena cada vez que florecen los tilos", dice con tristeza, "porque su aroma se mezcla en mí con el olor de la pólvora de mi propia casa, que fue asaltada también, después de destruir la casa de mis hijos. Y esa mezcla de pólvora y tilo me resulta insoportable". 


En ese momento no se hablaba de desapariciones, se hablaba de muertes. Y para Chicha, tanto o más terrible que ver asesinados a sus alumnos del Liceo, a sus colegas y familiares, era no entender. No poder comprender el horror. No saber de qué eran capaces los que tenían el poder. De a poco supo que había otras madres y otras abuelas, que Clara Anahí no era la única bebé que faltaba. Que se la habían robado, y que si no se la devolvían era simplemente porque no querían. A pesar de los años transcurridos, Chicha nunca pudo entender tanta crueldad.

Chicha está cansada, y cuando habla el peso de los años se le dibuja en los hombros. Narra lentamente pero con seguridad. Está acá para contar, no para dar lástima. "Mi vida cambió totalmente. Se acabó la música, se acabó el arte, se acabó la confianza. No sabíamos adónde mirar. Se acabaron los amigos; se cruzaban de vereda cuando me veían venir. Al principio me enojé mucho, me dolió mucho, y después no. Entendí lo que es el miedo". 

Marca cada palabra claramente, quiere dejar en claro el horror que se vivía en la ciudad. Chicha no tuvo miedo, pero con el tiempo entendió a las personas que se quedaban paralizadas. "Y tenían razón", afirma tajante, "era como para quedarse paralizado por el miedo. Pero entonces, ¿quién buscaba a nuestros hijos? Yo creo que a muchas madres nos pasó eso, de un día decir: “Ay, no quiero levantarme, no quiero salir”. Y enseguida aparece el pensamiento: ¿Y el hijo? ¿Y la hija? ¿Y el nieto? Y saltar de la cama, y salir y andar todo el día corriendo detrás de la utopía de tener noticias". 


Chicha todavía no terminó con su búsqueda. Si sigue adelante es por el apoyo de las personas que la rodean; si se levanta cada día es por la esperanza de encontrar a su nieta. Clara Anahí está viviendo con otro nombre, en otra casa, con otra abuela. Tiene que enterarse de que la están buscando. Chicha está vieja y cansada. Clara Anahí es la única familia que le queda. Y hay gente que lo sabe y no le importa, que sabe cuál es ese otro nombre y esa otra casa y no piensa decir nada. Después de todo Chicha está vieja y cansada, y no es más que otra loca de la plaza. Pero es esa misma locura, esa chispa en la mirada, la que me dice que algún día Chicha les va a ganar a todos.


sábado, 17 de marzo de 2012

Kiss me, I'm Irish

Hay dos datos familiares que sacamos a relucir de vez en cuando, cuando queremos hacernos los excéntricos: el primero es que nos robamos un tablón de la cancha de 1 y 57, y el segundo es que somos descendientes de irlandeses. El primer dato es fácilmente comprobable, porque uno de los pedazos está colgado con todo orgullo en el living, al lado de un banderín de Estudiantes que es horrible pero está firmado por Bilardo. El segundo ya es un poco más incierto.

Según me contó mi viejo, hay una parte de la familia que se dedicó a estudiar el árbol genealógico (creo que fueron unas tías suyas; siempre hay una relación simbiótica entre las tías abuelas y la historia familiar). Parece que el primer Jagoe que llegó a Argentina se casó, tuvo hijos, se separó y se volvió a casar, por lo que hay dos ramas de la misma familia (y gente que aclara: "No, con esos Jagoe no tenemos nada que ver", haciendo gala del orgullo familiar y del sentido de pertenencia). También dicen que no se escribía Jagoe sino Hagoe y se pronunciaba "Jéigou", pero eso lo descarto porque todos los Jagoes del mundo lo escriben con J.


Para nosotros, la ascendencia irlandesa es más que nada una curiosidad histórica, un dato de color. Sale a relucir cuando Irlanda juega en el Mundial y papá hincha por ellos porque le caen simpáticos, y también en San Patricio. Igual para eso tienen que darse tres factores: que ese día hable por teléfono con mi viejo por razones ajenas al festejo, que yo me acuerde que es San Patricio (es un día que papá jamás va a incorporar a su calendario porque no le importa para nada) y finalmente que yo le diga "Feliz día". Ahí sí asoma la sangre irlandesa. Papá sonríe y me contesta : "Muchas gracias, para vos también", y después los dos volvemos a olvidarnos por el resto del año.

En Argentina y en la mayor parte del mundo, San Patricio es un día para vestirse de verde, llenar todo de tréboles e ir a un Irish Pub a gastarse el sueldo en cerveza. En realidad, St. Patrick's Day es una fiesta nacional en la República de Irlanda, donde el pueblo católico recuerda el fallecimiento del santo patrono de su país. No hay muchos datos biográficos sobre él y la mayoría de los que se conocen son dudosos, pero lo cierto es que San Patricio fue el encargado de convertir al cristianismo a una nación pagana que en esa época se guiaba por las enseñanzas de los druidas. Muchas de las iglesias que fundó dieron origen a nuevas ciudades. Se dice que usaba un lenguaje sencillo que atraía a las personas y que tenía el don de hacer milagros.


En Dublín, los festivales duran cinco días e incluyen un desfile al que acuden cientos de miles de personas. En Estados Unidos, los festejos tienen su epicentro en Nueva York y son transmitidos para más de dos millones de televidentes. Nuestro país es la quinta comunidad irlandesa fuera de Irlanda, aunque en la mayoría de los casos hay que remontarse varias generaciones, hasta el siglo XIX, para encontrar a los antepasados originarios. Desde el año pasado, los festejos cuentan con la participación oficial de la Embajada de Irlanda en Buenos Aires.

El inconsciente colectivo dice: Irlanda - verde - duendes - trébol de cuatro hojas - pelirrojos - suerte - olla de oro - cerveza - cerveza - cerveza. A mí hay algo que me falló en los genes, porque la parte de la cerveza no la comparto, pero de mi suerte no me puedo quejar. Ustedes, por lo pronto, siéntanse libres de ponerse una remera verde, emborracharse deportivamente y salir a la calle a gritar "Kiss me, I'm Irish!". Lo van a pasar bien. Y cuando alguien suba las fotos a Facebook, no se preocupen: hay cientos de personas que van a hacer el ridículo hoy a la noche, exactamente igual que ustedes.


jueves, 15 de marzo de 2012

Feliz no cumpleaños

Hace muchos años, cuando mis papás me regalaron un libro de Mafalda para Reyes, mi primer impulso fue pintarlo. Era una reacción lógica: todas las historietas que conocía eran a color. Mamá me dijo que lo pintara si quería, pero me miró con cara de "esta chica no puede ser mi hija". Esa fue la segunda vez que la desilusioné. La primera fue cuando estaba empezando a comer, ella me dio helado toda contenta y yo lo escupí con cara de asco. Para mamá, Mafalda y el helado eran dos cosas que no se negociaban y que me tenían que venir cargadas en el ADN.

Por suerte después me enderecé y me empezaron a gustar las dos cosas como eran: el helado, frío (yo sostengo que no fue asco sino shock); y Mafalda, en blanco y negro. El experimento de pintarla terminó a las dos tiras. Yo ya había leído todo el libro y descubrí que Mafalda a colores no era lo mismo. Le quedaba mal. De alguna manera no era ella. Esta teoría la confirmé cuando vi los dibujos animados que hicieron en base a la historieta y que son sencillamente sacrílegos.


La magia de los personajes es que cada uno le pone los colores y las voces que quiere. Es más, ni siquiera los colores. En algún punto del inconsciente todos aceptamos que el universo de Mafalda es blanco y negro y eso no tiene discusión. Una Mafalda a colores es tan chocante como un Homero color piel. Supongo que eso es lo que hizo fracasar al dibujo animado. Eso y que la mayoría del tiempo Mafalda no hablara. No podés obligarla a no hablar, es una contradicción ideológica. Le quitás la esencia misma al personaje.

Un profesor de la facultad dijo una vez que Los Simpson tienen ejemplos para todo. Bueno, Mafalda también. Para cualquier situación de la vida hay una frase suya. Sus papás son la típica madre ama de casa y el típico padre que trabaja en una oficina que odia para poder mantener a su familia. Libertad es la mejor analista política que conozco. Nadie describe el sufrimiento de la escuela mejor que Felipe. Manolito supera a todos los economistas. Susanita es el mayor exponente de la clase media tilinga y Guille y Miguelito analizan el mundo desde ese lugar mitad inocente y mitad egocéntrico que todos tenemos en algún rincón.

"Mamá, ¿vos qué futuro le ves a ese movimiento por la liberación de la  mujno, nada, olvidalo."

En la entrevista que sirvió de prólogo al libro 10 años con Mafalda, Quino confesó que le costaba horrores dibujarla. Que muchas veces calcaba los personajes para que le salieran idénticos. Que trabajaba todos los días ocho horas, de 9 a 17 como en una oficina, para hacer una sola tira. Que se desesperaba cuando pasaban las horas y no se le caía una idea. Y que dejó de hacer Mafalda cuando se dio cuenta de que iba a repetirse inevitablemente. Nada de eso me importó ni disminuyó el mérito que, para mí, tiene la historieta. Quino es inteligentísimo, es un observador lúcido e irónico, y a eso no hay con qué darle.


Cuando hoy todo el mundo empezó a saludar a Mafalda por su cumpleaños número 50, en seguida busqué de dónde había salido. Y me sorprendí con la cantidad de gente que se sumaba al festejo sin entender nada. Hoy no estamos celebrando el nacimiento de la historieta, estamos celebrando el cumpleaños que el personaje de Mafalda dice que tiene. Pero el 15 de marzo de 1962, Mafalda NO EXISTÍA. No había sido publicada en ningún lado. Y lo peor es que Quino viene avisando esto desde hace un mes en su página oficial.


Mafalda cumple años en 2014


El día de su primera publicación fue el 29 de septiembre de 1964 en la revista Primera Plana. Para Quino es el día del nacimiento de Mafalda como personaje de historieta

  Cualquier otro cálculo de cumpleaños es incorrecto.


El mal entendido se debe a que en una tira del propio Quino publicada el 15 de marzo de 1966 en el diario El Mundo se dice que "habría nacido" en 1960 y a que en la biografía publicada el 2 de junio de 1968 en  la revista  Siete Días dice que nació “en la vida real” el 15 de marzo del '62. Ni una ni otra fecha son de tener en cuenta.

Pensar en una cronología para un personaje de historieta es difícil. Mafalda sigue siendo niña y siempre será así, por eso Quino considera que el día del cumpleaños de Mafalda es el día de su primera publicación en medios gráficos, 29 de septiembre de 1964. 
Festejaremos dentro de dos años.

Ahí lo tienen. Por un lado, no podía dejar de escribir sobre Mafalda, y por el otro, no podía felicitarla por un cumpleaños que ni su mismo papá reconoce. Así que, para solucionar el dilema, lo único que digo es esto: Mafalda, ídola, ¡feliz no cumpleaños!



martes, 13 de marzo de 2012

Martes 13

No te cases, no te embarques, no te cortes el pelo ni las uñas. Hoy es martes 13 y la cuestión es creer o reventar. En Grecia, España y América Latina este día es considerado de mala suerte, y es el equivalente del viernes 13 en Estados Unidos y el viernes 17 en Italia. Hasta existe un nombre específico para la fobia al martes 13: se conoce como trezidavomartiofobia o triscaidecafobia. Hay muchísimas historias y mitos relacionados con este día, y también hay muchas explicaciones distintas sobre el origen de la mala suerte.


¿Por qué martes? 

La ciudad de Constantinopla cayó a manos de los turcos un martes, más precisamente el 29 de mayo de 1453. Este fue un golpe terrible para las potencias cristianas. Además, el martes está asociado con el dios pagano de la guerra, por lo que empezó a ser considerado de mal augurio. En la Edad Media, Marte era llamado "el pequeño maléfico" y estaba relacionado con la destrucción, la sangre y la violencia. También dicen que la famosa confusión de lenguas en la Torre de Babel se habría producido un martes 13.

¿Por qué 13?

La explicación es diferente según las culturas, pero la idea central es que las reuniones de 13 personas traen mala suerte. En la Última cena, las personas sentadas a la mesa eran 13, Jesús y los 12 apóstoles. Judas, el traidor, es considerado el invitado número 13. De manera similar, la mitología escandinava cuenta que 12 dioses se reunieron a comer en el Valhalla (algo así como el Olimpo griego), pero Loki, el espíritu de la pelea y el mal, llegó sin invitación y sumó 13 comensales. Cuando los demás trataron de echarlo, el dios Balden murió en la lucha.

Desde ese momento, ser 13 personas en una reunión fue considerado un desastre. En 1978, la revista británica Gentlemen's Magazine publicó una estadística según la cual, como promedio, 1 de cada 13 personas reunidas en una habitación moriría antes de un año. Por otra parte, la cábala y las leyendas nórdicas hablan de 13 espíritus malignos. En el Tarot, el 13 simboliza la muerte, y el capítulo 13 del Apocalipsis es el que habla del anticristo y de la bestia. Además, se supone que tanto las casas astrológicas como las experiencias vitales del ser humano son 12, por lo que una más rompería la armonía.

Cosas que NO hay que hacer un martes 13

Casarse.
Emprender un viaje en barco.
Cortarse el pelo o las uñas.
Romper un espejo.
Pasar por debajo de una escalera.
Cruzarse un gato negro.
Iniciar un nuevo proyecto.
Mudarse.

A pesar de que la creencia popular más difundida sostiene que el martes 13 es de mala suerte, hay personas que opinan todo lo contrario y aprovechan para jugarlo a la lotería. Además, algunos astrólogos no relacionan al número 13 con la muerte en sí misma sino con los cambios en general, y esto es considerado algo positivo. Todo depende de cómo lo encares. Yo, por ejemplo, hoy tuve un buen día... Pero cruzo los dedos para que no me pase nada después de publicar este post.


lunes, 12 de marzo de 2012

La habitación de atrás

Cuando alguien escribe un blog, de alguna manera está deseando que lo que tiene para decir trascienda. En mayor o menor medida quiere dejar una marca, una señal, y describir el mundo que lo rodea desde su propia visión. No importa sobre qué escribas, en última instancia siempre estás escribiendo sobre vos mismo. Si se da el hecho extraordinario, que pocos escritores alcanzan, de hablar de uno y de la realidad al mismo tiempo, la trascendencia llega tarde o temprano.

Hoy quiero hablar de uno de esos escritores. En realidad, de una escritora. Se llamaba Ana, y cuando cumplió trece años su papá le regaló un diario. Era un cuaderno forrado con un diseño de cuadros rojos y blancos. Para Ana no era "él" sino "ella", y cada nueva entrada empezaba con "Querida Kitty".


Hoy es 12 de marzo, y se cumplen 67 años de la muerte de Ana Frank. Su diario es el registro único y minucioso de los dos años que pasó escondida con su familia para huir de las SS. Ana escribió sobre ella, su familia, la guerra, la adolescencia y la convivencia de ocho judíos en las habitaciones secretas de una casa en Ámsterdam.

La historia de Ana es una entre seis millones de historias similares, pero su visión y su manera de contarla la vuelven única. Es la mirada lúcida de una adolescente que al hablar sobre su pequeño entorno y sus experiencias de todos los días permite adivinar las penurias y los temores de todos los judíos que intentaban evitar el Holocausto.

Ana y su familia fueron delatados y arrestados el 4 de agosto de 1944. Fue deportada a Auschwitz y luego trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus. Tenía sólo quince años. Su madre, su hermana, y otras cuatro personas que se habían refugiado en "la habitación de atrás" también murieron. El único sobreviviente del grupo fue su padre, Otto.

Otto Frank regresó a Ámsterdam después de la guerra. Cuando se confirmó la muerte de Ana, en julio de 1945, una de las personas que había ayudado a esconderlos le entregó el diario, que había quedado tirado en la habitación de atrás. Otto se sorprendió de que hubiera llevado un registro tan minucioso de sus vidas durante tanto tiempo.

En marzo de 1944, Ana había escuchado por la radio a un miembro del gobierno holandés en el exilio, quien declaró que después de la guerra recopilarían distintos documentos, como cartas y diarios, para crear un registro público de la opresión sufrida durante la ocupación alemana. En ese momento decidió reescribir y pulir su diario para poder publicarlo más adelante. También agregó varios relatos y hojas sueltas.

Otto decidió cumplir el sueño de su hija de convertirse en escritora, y comenzó a buscar editores que estuvieran interesados en publicar el diario de Ana. El historiador holandés Jan Romein lo leyó y escribió una reseña en el periódico "Het Parool", que se publicó el 3 de abril de 1946 bajo el título "La voz de una niña".

"A mi entender", escribió Romein, "este diario aparentemente insignificante de una niña encarna toda la monstruosidad del fascismo, más que todos los autos procesales de Núremberg en su conjunto". De inmediato, el diario despertó el interés de varias editoriales. Se publicó por primera vez el 25 de junio de 1947 con el título "La casa de atrás. Diario en forma de cartas".



Desde entonces, el diario fue traducido a distintos idiomas y llegó a cientos de países. Hoy Ana es reconocida como escritora y humanista; se ha convertido en un símbolo del Holocausto y de la persecución del pueblo judío. Sobre esto, Miep Gies, quien había guardado su diario, escribió: "La vida y muerte de Ana era su propio destino, un destino individual que se repitió seis millones de veces. Ana no puede, y no debe, representar a los muchos individuos a los que los nazis robaron sus vidas. Pero su destino nos ayuda a aceptar la inmensa pérdida que sufrió el mundo por culpa del Holocausto".

Ana transmite un mensaje de esperanza en medio del horror, de la vida que trata de abrirse camino a través de la guerra. Pudo cumplir su sueño de dejar algo que perdure después de su muerte: su diario incluso inspiró a Nelson Mandela durante sus años en la cárcel. El mensaje más importante, en las palabras de la propia Ana, es la luz al final del túnel: 

"Asombra que yo no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata del hombre".



sábado, 10 de marzo de 2012

Que signifique algo

Hace unos años, en People + Arts había un programa que se llamaba Miami Ink. Era un reality que mostraba cómo se trabajaba en un local de tattos, desde que el cliente llegaba con la idea en un papel hasta que se iba con el tatuaje terminado. En el medio, mostraban distintas cosas sobre la vida de los tatuadores y, más que nada, sobre el significado que cada tatuaje tenía para los clientes que iban al negocio.

Había de todo: tatuajes para recordar a un ser querido o para marcar una nueva etapa; tatuajes de cábala, de protección o de buena suerte; tatuajes cargados de significado o tatuajes porque sí. Los tipos que laburaban en el local hacían unos tattoos increíbles, y siempre encontraban la forma de mejorar el diseño original de los clientes que, hay que decirlo, la mayor parte de las veces era sencillamente horrible. 


Si querés tatuarte un duende espantoso o un mamarracho de colores que te tape toda la espalda, está bien, hacelo, vos sos el que va a vivir con eso. Pero por favor, que signifique algo. Yo miré muchísimos episodios y siempre me pareció que los tattoos más lindos eran los que tenían un valor especial para esa persona. La mayoría no se tatuaba lo primero que veía, sino que ya llegaba al local con una idea previa. Y creo que de esos tatuajes jamás van a arrepentirse ni cansarse, porque trascienden el dibujo en sí mismo.

Los tatuajes nacieron cargados de significado. Cada sociedad les dio un sentido y un valor distintos, y más allá de la cuestión estética son esos mensajes los que hicieron que sigan vigentes miles de años después. Los tattoos no son para nada una práctica moderna: ya existían en el neolítico, unos 3.200 años antes de Cristo. A principios de la década de los '90 un grupo de científicos encontró a Otzi, la momia más vieja del mundo, dentro de un glaciar en los Alpes. Otzi tenía alrededor de 60 líneas y cruces tatuadas en la parte baja de la espalda, la rodilla derecha y los tobillos.


Tribus indígenas de lugares muy distintos, como la Polinesia y América del Norte, usaban los tatuajes como parte de un ritual de paso de la adolescencia a la madurez. También les otorgaban un fuerte sentido comunal, ya que las personas eran identificadas por sus tattoos y las más tatuadas eran las que merecían más respeto. Los maoríes solían cubrirse todo el cuerpo de dibujos para asustar a sus enemigos en la batalla  (imagínense a un All Black haciendo el haka con la cara toda tatuada). De hecho, la palabra tatuaje o tattoo proviene del polinesio tatau.

En Egipto, la práctica del tattoo era casi exclusiva de las mujeres. Por un lado, creían que los tatuajes tenían poderes mágicos y protectores, y por otro, los hombres los usaban para señalar que determinada mujer era de su propiedad. Los antiguos japoneses también los utilizaban como señales, pero en un sentido distinto: se usaba para marcar a los criminales y obligarlos a cargar el símbolo de la vergüenza durante toda su vida. Esta práctica fue retomada en los campos de concentración del Holocausto para marcar con un número a los judíos que estaban presos.


Hoy en día también hay distintas creencias que circulan alrededor de los tatuajes. Por ejemplo, se dice que para tener buena suerte tienen que ser un número impar, y que nunca hay que tatuarse el nombre de tu pareja porque eso quiere decir que vas a separarte dentro de poco tiempo. En 2002, se calculaba que una de cada ocho personas tenía por lo menos un tatuaje. Para 2006, el 36% de las personas de entre 18 y 29 años estaban tatuadas. 

Aunque no hay números más actuales, lo lógico es suponer que ese porcentaje aumentó en estos últimos seis años. Seguramente dentro de medio siglo va a ser de lo más común tener una abuela con un delfín en un hombro o un abuelo con un águila en la espalda. Ustedes hagánse lo que quieran, pero respeten la tradición y acuérdense: por favor, que signifique algo.


jueves, 8 de marzo de 2012

Día de la Mujer: Queremos flores

En un principio, fuimos diosas. Fuimos las madres del mundo. Fuimos la sabiduría, la belleza, la naturaleza, la justicia, la fertilidad. Fuimos creadoras de vida. Fuimos el origen de la tierra.  Tuvimos templos sólo para nosotras. Tuvimos adoradores y sacerdotisas. Tuvimos hombres y pueblos enteros arrodillados a nuestros pies. Tuvimos el poder, la reverencia y el respeto.

Después nos señalaron con el dedo. Nos acusaron por perder el paraíso. Destruyeron nuestros altares y nuestros templos. Nos quitaron nuestro pedestal. Nos dijeron que éramos menos. Que no podíamos decidir. Que debíamos quedarnos en casa. Los hombres controlarían el mundo; los dioses dominarían el panteón.


Los antiguos dioses concentraron su poder en uno solo. Ni siquiera hay una diosa a su lado. Tampoco sus sacerdotes tienen mujeres. Los llevaríamos por el camino de la tentación y el pecado, dijeron, y así no podrían conducir a su pueblo, no podrían dedicar toda su vida a la religión. Dios no tiene mujer. Dios no tiene descendencia. Dios no necesita una Diosa.

Nos encerraron en sus casas, nos cubrieron con sus velos, nos vendaron los pies. ¿Queremos opinar? No sabemos. ¿Queremos decidir? No podemos. ¿Queremos trabajar? Serán más horas y menos salario. Nos ordenaron que cuidemos a los hijos, que atendamos el hogar, que lavemos la ropa. Que seamos buenas con nuestros esposos porque es nuestra obligación, aunque ellos nos peguen y nos insulten y no se preocupen por nosotras. Las mujeres buenas se callan, bajan la cabeza y siguen con su trabajo.

Pero hoy las diosas que duermen en nosotras se están despertando. Están gritando la rabia de siglos y sacudiendo las cadenas que nos atraparon. Están abriendo caminos nuevos, lentamente y con mucho esfuerzo. Están trepando peldaños, poco a poco, tratando de alcanzar otra vez el altar del que nos expulsaron. 

Hoy es el día de la mujer. Los hombres decidieron darnos un día al año, uno solo, para compensar los cientos de opresión y sufrimiento. Hoy no queremos regalos. Hoy queremos lo que es nuestro por derecho. Queremos ser amadas y celebradas todos los días. Queremos recuperar nuestro lugar de diosas. Queremos que nos llenen de flores.



8 de Marzo

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.
¡Qué poco es un sólo día hermanas!
¡Qué poco para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!

De la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos
toda la atropellada ruta de nuestras vidas
deberían pavimentar de flores para celebrarnos.

Que no nos hagan como la princesa Diana, que no vió ni oyó
las floridas avenidas postradas de pena de Londres.
Nosotras queremos ver y oler las flores.

Queremos flores de los que no se alegraron
cuando nacimos hembras en vez de machos.
Queremos flores de los que nos cortaron el clitoris
y de los que nos vendaron los pies.

Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio
para que cuidáramos a los hermanos y ayudáramos en la cocina.
Flores, del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca para violarnos
mientras nuestra madre dormía.

Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado
y del que nos corrió cuando se dió cuenta que estábamos embarazadas.
Queremos flores del que nos condenó a muerte
forzándonos a parir a riesgo de nuestras vidas.

Queremos flores del que se protege del mal pensamiento
obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo;
del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte.

Queremos flores de los que nos quemaron por brujas y nos encerraron por locas.
Flores del que nos pega, del que se emborracha,
del que se bebe irredento el pago de la comida del mes.

Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos,
flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras,
que albergan ponzoñas en su corazón para las de su mismo género.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.
Queremos flores hoy, cuanto nos corresponde:
el jardín del que nos expulsaron.


Gioconda Belli

martes, 6 de marzo de 2012

Quiero ser periodista

- Quiero ser periodista - dije y no tenía más de cinco años.
- ¡Qué vas a ser periodista, vos! Si en el pueblo nunca vimos uno de cerca - dijo papá.
Tenía razón.
En el pueblo había dos almaceneros, dos panaderos, el del banco, el del ferrocarril, el jefe de correos y las maestras. También estaba él, que era fotógrafo. Había un cura, una puta, muchos chacareros, varios albañiles, un médico. Pero periodistas no había.


La nota se llamaba "Eduardo López, el feo" y la había escrito Osvaldo Bazán. La encontré un día de verano en la contratapa del diario Crítica, hace más de tres años. La leí una, dos, tres veces seguidas, hasta que mi abuela me dijo: "Recortala y llevátela, así la tenés". Esa noche la pegué en la agenda, la marqué con resaltador y le puse un cartelito que decía "¡¡¡GENIAL!!!" con muchos signos de admiración. 

Si un día me piden que enumere notas que me hayan marcado en la profesión, esa va a ser una de las primeras. Para mí el valor indiscutible que tiene es que Osvaldo puso en palabras todo lo que yo no sabía explicar cuando alguien me preguntaba "¿Y por qué periodismo?". Lo que ninguno de mis amigos sabía explicar, tal vez porque nadie sabía entendernos. Me encantó saber que él había pasado por lo mismo que nosotros.

¿Cómo explicarle a alguien por qué querés ser periodista? ¿Cómo hablarle de vocación a la gente que mide el éxito por la plata que ganás, por los programas en los que aparecés, por las notas que publicás? ¿Cómo defender tu elección ante gente que jamás vio un periodista de verdad de cerca y que piensa que estudiar Comunicación Social es una pérdida de tiempo?

Yo siempre supe que quería ser periodista. No sé cuándo me di cuenta por primera vez y tampoco me importa. Ser periodista nació conmigo, es algo que llevo adentro, y dedicarme a cualquier otra cosa sería una contradicción moral absoluta, o como quieran llamarlo. No podría. No me saldría. No sería feliz.

Durante el último año del Polimodal mis amigos hicieron tests vocacionales, fueron a psicólogos, evaluaron miles de opciones. Yo no, pero tampoco me sentí anormal por eso. Creía que apenas encontraran la carrera para ellos iban a saberlo, como yo lo supe. Esa confirmación de que encontraste algo así como el amor de tu vida. Lo que sí me hizo sentir anormal, lo que me enojó y me indignó, fueron las reacciones de los adultos.

Un día que mi mamá fue al colegio a pagar la cuota, hablando de todo un poco la secretaria le dijo, totalmente apenada: "Ay, qué desperdicio que tu hija estudie periodismo". Mamá la miró y puso cara de que no había escuchado bien. "¿Perdón? ¿Por qué 'qué desperdicio'?". La secretaria se lamentó: "Es que es una chica tan inteligente, tan capaz, podría trabajar en la NASA (?) o ser ingeniera o algo así. Qué pena que sólo quiera ser periodista". Mamá se indignó ante la boludez del argumento. "Pero ella no quiere trabajar en la NASA", contestó, "ella quiere ser periodista".

Mis amigos querían ser abogados, médicos, psicólogos, psicopedagogos, profesores, abogados.  Si decís que querés estudiar cualquiera de esas carreras la gente te felicita instantáneamente. Nadie le pregunta a un estudiante de Arquitectura por qué quiere ser arquitecto, o si lo hace es esperando una respuesta filosófica del estilo "quiero aportar algo a la sociedad", o "quiero dejar algo que perdure", o lo que sea. Esa persona va a ser exitosa en la vida automáticamente, porque va a ser arquitecto.

En cambio, cuando te preguntan por qué querés ser periodista lo hacen tratando de descifrar uno de los grandes misterios de la humanidad, porque realmente no entienden cómo carajo alguien puede querer eso para su vida. "Te vas a morir de hambre", "Uh, pero no vas a encontrar laburo en ningún lado", "¿Periodismo? ¡Para qué, si todos los periodistas son un desastre!", "Mejor estudiá algo que te sirva". Para ellos, ser exitoso es ser Magdalena o Víctor Hugo. Si no, fracasaste en la profesión.

Hace rato que dejé de tratar de explicarle a la gente por qué quiero ser periodista. Ya no me sorprende la cara de "no sé qué cara poner" cada vez que digo que estudio Comunicación Social. Yo quiero ser feliz, y quiero levantarme todos los días sabiendo que hago lo que más me gusta en el mundo. Esta semana voy a volver a hacer radio, y la emoción y la ansiedad que tengo no se compara con nada. Yo quiero sentir eso toda la vida.

Espero que cada una de las personas que piensa que estoy desperdiciando mi talento sienta lo mismo que yo cuando se despierta. Así experimentan la vocación de primera mano, aunque no puedan entenderla en los demás. Yo soy periodista. Y punto. Lo demás no importa nada.