miércoles, 21 de marzo de 2012

Tilos y pólvora

Chicha Mariani está cansada. Se le nota en los movimientos lentos y pausados, en la pesadez al sentarse, en la tranquilidad al hablar. Y a pesar de todo, se las arregla para transmitir una sensación de paz. Chicha Mariani está cansada, y es lo único que revela plenamente su edad. De sus 89 años de vida, 36 los pasó buscando a su hijo y a su nieta. Todavía no los encontró. No puede detenerse; tiene que seguir trabajando. Y por eso, Chicha Mariani está cansada.


En el Edificio de las Tres Facultades, sentada en el inmenso escritorio del Aula Magna, pide disculpas. Ya no está para estas cosas; la glucosa y la presión le están pasando factura. Chicha ya no va a hablar más en los actos. Va a seguir trabajando, va a seguir asistiendo, pero hablar no. Le quedan pocas fuerzas y quiere usarlas todas para buscar a Clara Anahí. No puede emplearlas en hablar, así como los primeros meses, cuando recorría a pie La Plata preguntando por Daniel, no podía darse el lujo de perder el tiempo llorando. Clara Anahí es la única familia que le queda y está allá afuera, viva, en algún lado. Lo único que Chicha quiere es encontrarla.

Clara Anahí tenía tres meses cuando las fuerzas conjuntas de la Policía Bonaerense, el Ejército y la Armada entraron en su casa, mataron a su mamá Diana Teruggi y se la llevaron a ella y a su papá, Daniel Mariani. Era noviembre de 1976. Daniel fue asesinado nueve meses después. Desde entonces, cada primavera que llega, a Chicha se le parte el corazón. "Me da mucha pena cada vez que florecen los tilos", dice con tristeza, "porque su aroma se mezcla en mí con el olor de la pólvora de mi propia casa, que fue asaltada también, después de destruir la casa de mis hijos. Y esa mezcla de pólvora y tilo me resulta insoportable". 


En ese momento no se hablaba de desapariciones, se hablaba de muertes. Y para Chicha, tanto o más terrible que ver asesinados a sus alumnos del Liceo, a sus colegas y familiares, era no entender. No poder comprender el horror. No saber de qué eran capaces los que tenían el poder. De a poco supo que había otras madres y otras abuelas, que Clara Anahí no era la única bebé que faltaba. Que se la habían robado, y que si no se la devolvían era simplemente porque no querían. A pesar de los años transcurridos, Chicha nunca pudo entender tanta crueldad.

Chicha está cansada, y cuando habla el peso de los años se le dibuja en los hombros. Narra lentamente pero con seguridad. Está acá para contar, no para dar lástima. "Mi vida cambió totalmente. Se acabó la música, se acabó el arte, se acabó la confianza. No sabíamos adónde mirar. Se acabaron los amigos; se cruzaban de vereda cuando me veían venir. Al principio me enojé mucho, me dolió mucho, y después no. Entendí lo que es el miedo". 

Marca cada palabra claramente, quiere dejar en claro el horror que se vivía en la ciudad. Chicha no tuvo miedo, pero con el tiempo entendió a las personas que se quedaban paralizadas. "Y tenían razón", afirma tajante, "era como para quedarse paralizado por el miedo. Pero entonces, ¿quién buscaba a nuestros hijos? Yo creo que a muchas madres nos pasó eso, de un día decir: “Ay, no quiero levantarme, no quiero salir”. Y enseguida aparece el pensamiento: ¿Y el hijo? ¿Y la hija? ¿Y el nieto? Y saltar de la cama, y salir y andar todo el día corriendo detrás de la utopía de tener noticias". 


Chicha todavía no terminó con su búsqueda. Si sigue adelante es por el apoyo de las personas que la rodean; si se levanta cada día es por la esperanza de encontrar a su nieta. Clara Anahí está viviendo con otro nombre, en otra casa, con otra abuela. Tiene que enterarse de que la están buscando. Chicha está vieja y cansada. Clara Anahí es la única familia que le queda. Y hay gente que lo sabe y no le importa, que sabe cuál es ese otro nombre y esa otra casa y no piensa decir nada. Después de todo Chicha está vieja y cansada, y no es más que otra loca de la plaza. Pero es esa misma locura, esa chispa en la mirada, la que me dice que algún día Chicha les va a ganar a todos.


6 comentarios:

  1. Cuánto hijo de puta suelto, cuánto asesino, pobre gente... pobres madres... pobres familias enteras...
    qué horrible.
    la nota, genial. Sobre todo porque yo estuve en la charla y me acuerdo cada gesto y cada pausa en su relato.

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  2. Meri, me lo llevo pa´Y que los platos, facebook, puedo?
    Felicitaciones y gracias. Laura.

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  3. Meri! Acabo de descubrir tu blog. Muy bueno!!!
    Cuánta sensibilidad fluye por tus escritos! Qué bien usas las palabras!
    "Tilos y pólvora"... un relato que, por instantes, logró transportarme a esa entrevista. sentir que estaba frente a esa valiente mujer.
    Mucha suerte con este emprendimiento.
    Un abrazo.
    Ana Lía

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    1. Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado. Un beso.

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