miércoles, 28 de marzo de 2012

Vientos del pueblo me llevan

Para papá.

Un día como hoy, hace 70 años, se me ha muerto como del rayo Miguel Hernández, a quien tanto quiero. 


Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos, 
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Nació un 30 de octubre de 1910 en los campos de Orihuela, allá en España, del otro lado del mar. A los 15 años tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia. Pasaba los días cuidando las cabras de su padre con un cuaderno bajo el brazo. Lo que veía, lo que sentía, lo que leía lejos de las aulas, todo eso se hacía poesía y llegaba al papel.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Con el tiempo conoció a su amigo Ramón Sijé, a los hermanos Fenoll y a otros muchachos más, todos poetas y de Orihuela como él. Pasaban las noches recomendándose libros, compartiendo lo que habían escrito, comentando la obra de los demás. Miguel iba y venía entre las cabras y la biblioteca. A los 20 años empezó a publicar los poemas que escribía en su cuaderno, sentado a la sombra de los árboles.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

A los 21 se fue a Madrid a probar suerte con sus poemas en el bolsillo. Su talento no alcanzó o no pudieron verlo; tuvo que volverse a Orihuela. Miguel no se dejó amedrentar. Ya no había un cuaderno sino un libro: el muchacho pastor se convirtió en hombre y en poeta. En su pueblo lo reconocieron, lo escucharon, lo leyeron. Hay algo en la manera en que Miguel juega con las palabras. Lo hace parecer tan sencillo, y al mismo tiempo es tan perfecto.

Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.

Unos cinco años después conoció a Josefina, el amor de su vida, que le inspiraría decenas de poemas. Él ya había decidido volver a Madrid, así que mantenían la relación por correspondencia. Miguel la extrañaba a ella y también a su Orihuela natal. En Madrid conoció a otros poetas y empezó a relacionarse con Pablo Neruda. A través de ellos se acercó a lo que sería su obra más genial: la poesía revolucionaria y comprometida.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

En esa época España fue arrasada por la guerra civil. Miguel se puso del lado de la República con las armas y con las palabras. Se alistó en el 5° Regimiento y comenzó a utilizar su poesía para arengar, denunciar y dar testimonio del sufrimiento de su pueblo. En 1937 se escapó a Orihuela para casarse con Josefina, pero el frente lo necesitaba y él no podía quedarse atrás.

Yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala.
Yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

En 1939 la derrota de la República era inminente. Miguel cayó preso cuando intentaba huir a Portugal. Los siguientes tres años los pasó yendo de una cárcel a otra: él lo llamaba "hacer turismo". Nunca se rindió, siguió luchando con su poesía. Le escribía a su mujer, a su hijo, a Orihuela, a España. Su salud se iba deteriorando. Para cuando le diagnosticaron tuberculosis, su estado de salud era tan grave que no pudieron ni trasladarlo al hospital. Murió (o lo dejaron morir) en la cárcel de Alicante, el 28 de marzo de 1942. Tenía 31 años. 

Traidores me echan veneno
y yo les echo valor.
Si me matan, bueno:
si vivo, mejor.
El corazón traigo lleno
de un alegre resplandor.
Si me matan, bueno:
si vivo, mejor.

Querido Miguel: Franco no sabía, ni pudo saber (ese tipo de gente nunca sabe), que las personas como vos no mueren. Es más, Serrat dijo una vez: "No creo que Franco supiera que Miguel Hernández existía. No acostumbran a leer a este tipo de gente, no son muy dados a la literatura". Por eso la gente como Franco no sabe lo que late en el corazón de los pueblos. No pueden saber que lo que los empuja a seguir es la pasión, es el amor, es la utopía.

Querido Miguel: tengo ganas de visitarte. En el mapa del viaje que algún día voy a hacer, antes que Madrid o Barcelona, tengo marcada a Orihuela. Quiero ver lo que te inspiró, lo que amaste, lo que viste hasta el último instante con esos ojos morenos que no te pudieron cerrar jamás, ni siquiera después de muerto. Porque yo te conozco, Miguel. Porque cada vez que te leo tu sangre me hormiguea en las venas y mi alma baila con la tuya.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte 
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte. 
A las aladas almas de las rosas 
del almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas 
compañero del alma, compañero.






8 comentarios:

  1. me encanto. sobre todo la ultima parte, es inspiradora =)

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  2. tristes guerras, si no amor la empresa
    tristes, tristes.
    tristes armas, si no son las palabras
    tristes, tristes.
    tristes hombres, si no mueren de amores
    tristes, tristes.
    este poema de Miguel Hernandez lo recitan al final del tema "sanar" de La Vela Puerca, y nada, eso, me parecio un buen aporte porque me encanta el poema.

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  3. Cada vez mejor este blog, me alegra mucho!! besos

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  4. Cuando estuve en Alicante, vi paredes pintadas con dibujos, versos y grafitis que lo recuerdan. Me gustó mucho una que tenía una paloma saliendo de un calabozo lleno de sol.
    Sí María, Miguel está vivo.
    Tía Ana.

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