lunes, 12 de marzo de 2012

La habitación de atrás

Cuando alguien escribe un blog, de alguna manera está deseando que lo que tiene para decir trascienda. En mayor o menor medida quiere dejar una marca, una señal, y describir el mundo que lo rodea desde su propia visión. No importa sobre qué escribas, en última instancia siempre estás escribiendo sobre vos mismo. Si se da el hecho extraordinario, que pocos escritores alcanzan, de hablar de uno y de la realidad al mismo tiempo, la trascendencia llega tarde o temprano.

Hoy quiero hablar de uno de esos escritores. En realidad, de una escritora. Se llamaba Ana, y cuando cumplió trece años su papá le regaló un diario. Era un cuaderno forrado con un diseño de cuadros rojos y blancos. Para Ana no era "él" sino "ella", y cada nueva entrada empezaba con "Querida Kitty".


Hoy es 12 de marzo, y se cumplen 67 años de la muerte de Ana Frank. Su diario es el registro único y minucioso de los dos años que pasó escondida con su familia para huir de las SS. Ana escribió sobre ella, su familia, la guerra, la adolescencia y la convivencia de ocho judíos en las habitaciones secretas de una casa en Ámsterdam.

La historia de Ana es una entre seis millones de historias similares, pero su visión y su manera de contarla la vuelven única. Es la mirada lúcida de una adolescente que al hablar sobre su pequeño entorno y sus experiencias de todos los días permite adivinar las penurias y los temores de todos los judíos que intentaban evitar el Holocausto.

Ana y su familia fueron delatados y arrestados el 4 de agosto de 1944. Fue deportada a Auschwitz y luego trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus. Tenía sólo quince años. Su madre, su hermana, y otras cuatro personas que se habían refugiado en "la habitación de atrás" también murieron. El único sobreviviente del grupo fue su padre, Otto.

Otto Frank regresó a Ámsterdam después de la guerra. Cuando se confirmó la muerte de Ana, en julio de 1945, una de las personas que había ayudado a esconderlos le entregó el diario, que había quedado tirado en la habitación de atrás. Otto se sorprendió de que hubiera llevado un registro tan minucioso de sus vidas durante tanto tiempo.

En marzo de 1944, Ana había escuchado por la radio a un miembro del gobierno holandés en el exilio, quien declaró que después de la guerra recopilarían distintos documentos, como cartas y diarios, para crear un registro público de la opresión sufrida durante la ocupación alemana. En ese momento decidió reescribir y pulir su diario para poder publicarlo más adelante. También agregó varios relatos y hojas sueltas.

Otto decidió cumplir el sueño de su hija de convertirse en escritora, y comenzó a buscar editores que estuvieran interesados en publicar el diario de Ana. El historiador holandés Jan Romein lo leyó y escribió una reseña en el periódico "Het Parool", que se publicó el 3 de abril de 1946 bajo el título "La voz de una niña".

"A mi entender", escribió Romein, "este diario aparentemente insignificante de una niña encarna toda la monstruosidad del fascismo, más que todos los autos procesales de Núremberg en su conjunto". De inmediato, el diario despertó el interés de varias editoriales. Se publicó por primera vez el 25 de junio de 1947 con el título "La casa de atrás. Diario en forma de cartas".



Desde entonces, el diario fue traducido a distintos idiomas y llegó a cientos de países. Hoy Ana es reconocida como escritora y humanista; se ha convertido en un símbolo del Holocausto y de la persecución del pueblo judío. Sobre esto, Miep Gies, quien había guardado su diario, escribió: "La vida y muerte de Ana era su propio destino, un destino individual que se repitió seis millones de veces. Ana no puede, y no debe, representar a los muchos individuos a los que los nazis robaron sus vidas. Pero su destino nos ayuda a aceptar la inmensa pérdida que sufrió el mundo por culpa del Holocausto".

Ana transmite un mensaje de esperanza en medio del horror, de la vida que trata de abrirse camino a través de la guerra. Pudo cumplir su sueño de dejar algo que perdure después de su muerte: su diario incluso inspiró a Nelson Mandela durante sus años en la cárcel. El mensaje más importante, en las palabras de la propia Ana, es la luz al final del túnel: 

"Asombra que yo no haya abandonado aún todas mis esperanzas, puesto que parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo, porque sigo creyendo en la bondad innata del hombre".



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